viernes, 17 de febrero de 2012

Luis Artigue

ATENAS PORQUE LA EXISTENCIA ES EL RESULTADO DE PASAR LA ESCOBA DE BARRER MIGAJAS SI NO HAY POESÍA EN TU VIDA

Ninguna ciudad muere de manera creíble. De hecho
buena cuenta del  éxito del poder, de la vida
y del amor eterno
da asomarse a las ruinas un imperio.
Y por eso aquí juntos en nuestro aniversario como peregrinos de lo propio,
envuelto el descubrimiento del pasado de Atenas en la certeza infinita de la luz de septiembre
-el sol tiene rango de agregado de cultura-,
llevando emoción por ropa
y celebrando este transitar conjunto por el suelo de baldosas de la esperanza…

¡Como un pájaro equívoco que trenza la luz en canto, el poema!

Refundamos lo sido.
Las pagadas dificultades de aquellos que se exceden en pasión
revolotean ante mis ojos
en esta ciudad transida en la que guerrean a muerte pretérito y presente;
en esta ciudad en la que grito lo que ti te escribí un día:
¡venir a verte
es como venir al mundo!

Igual que quien sabe y olvida que afeitarse insistentemente es luchar contra el tiempo
me adentro contigo en lo que queda del puzzle apoteósico
del Partenon.
Y pienso en el instante de vida que gracias al amor prevalece
-este amor como rayo que no cesa porque entiende que la esperanza
está siempre
en el día después-.
Y al punto comprendo que somos también esto:
piedras luminosas como el carretón de frutas de tu sonrisa al verlas;
piedras que regalan
aquello a lo que remiten.

Miro las palpitantes piezas en nuestro aniversario con recargadas ganas de que se repita todo,
asido a las locas fibras de mi configuración mental,
asido a lo sido y lo que deviene
aunque al final tú y yo mucho tendremos de vino griego que se resume
en el ardor
de los posos.
Los momentos.
Las ruinas
que no son sino la mala letra del paso del tiempo.
La identidad repleta de referentes y locuciones transversales.
Y entender que de la exaltación al poema dista más que un gran torrente léxico.
Y anotar esto ahora, aquí, hoy
después de alguna guerra y tantos años
porque has llenado mi vida de piedras, y de luz, y alegría;
porque escribo con los ojos cerrados como al envolver por vez primera el rostro
en tu pelo.
Las huellas.
La habitación de trofeos del corazón, y, dentro,
una máquina de engendrar metáforas calóricas…

Y el amor erigido como una atracción

que establece

la distancia perfecta.

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