viernes, 27 de julio de 2012

Luis Artigue

Diogenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860).
Turistas de lo propio

Porque el verano y la tarde están de por si hechos para la contemplación minuciosa y la emoción fogosa dicen que no hay mejor momento en el que convertirnos en turistas de lo propio, revisionistas, mirones con atención barroca y nueva puesta en lo que más hondamente sorprende: lo de siempre.
El pretexto para la visita es una lectura de poemas que anualmente se celebra en ese templo irradiante y nuestro de San Miguel de Escalada cuya belleza sencilla, casi obvia, bien mirada impacta más que una excentricidad: hay una quietud magnética que emana perdurablemente de las piedras de este santuario; una serenidad trascendente nacida de su suelo, su techura y su entorno, que bien parece un homenaje sin fin a un ritmo vital menos vertiginoso y más humano.
Y uno piensa en el Abad Alfonso y los monjes enamorados de los árboles que, venidos de la Córdoba lejana y sola, un día remoto llegaron aquí por vez primera –¡ha habido y hay gente maravillosa en el mundo!- para, impulsados por algo que les superaba, decidir erigir esta joya mozárabe de faz humilde; esta canción de piedra ajena a los rigores del presente.
Siempre he creído que subyace cierta coquetería estética en las catedrales góticas y los retablos barrocos, pero los templos erigidos con apariencia de sencillez transmiten así, desde el otro lado de los siglos, una pureza que me recuerda hoy, amor, que todo tiene que ver con tu boca.
Sí, vengo a San Miguel de Escalada contigo como quien salta el cercado de los siglos para celebrar la buena mano de póquer de tenernos, y lo pienso, y lo escribo: la única generalización posible hoy –no es mío; traduzco el sabor a pepitas de ponche de tus labios- es nuestro yo sin lindes... Mira sino ahora el viento como un ángel crujiente que desmenuza el polvo que ha dejado de ser piedra y de ser templo. Así nosotros –proceso derramable del amor, seres que avanzan enhebrando anhelos- sentimos que algo hay de la pureza huída en este monasterio que se ríe del tiempo (muestra una dentadura de columnas y arcos que recuerdan que la alegría sostiene el tejado de la vida).
Entro contigo a mi alma atravesando el pórtico para observar la piedra y recordar que el tiempo firma en la piel de todo, aunque lo perdurable celebra cada hoy. Así nosotros.
La sombra de los pájaros que sobrevuelan laudos, oraciones, recuerdos, gestaciones, promesas de aunada infinitud son inquietantes puntos y aparte que hay que tachar del modo en que la luz del alba avanza borrando estrellas...
La única generalización factible hoy es este santuario; es este ayer eterno.



Sábado 23 de julio de 2011
Diario de León. Sección El Aullido.
Luis Artigue

FRIEDRICH HÖLDERLIN

EL VERANO (35)

Pasan los días con susurros de apacibles vientos,
Mas cuando sus nubes arrebatan el esplendor de los campos,
El confín de los valles se une al crepúsculo de las montañas,
Allí, donde las olas de la corriente caen confundiéndose.
Alrededor se muestran las sombras de los bosques,
Por ellas se desliza lejano un arroyo,
Y la lejanía ofrécese como un cuadro en las horas,
En las que el hombre a sí mismo se encuentra.

EL ESPÍRITU DEL TIEMPO (46)
 

La vida es la tarea del hombre en este mundo,
Y así como los años pasan, así como los tiempos hacia lo más alto avanzan,
Así como el cambio existe, así
En el paso de los años se alcanza la permanencia;
La perfección se logra en esta vida
Acomodándose a ella la noble ambición de los hombres.

LA VISION (49)

Cuando la vida de los hombres va perdiéndose,
Como una lejanía donde resplandeciera el tiempo de los sarmientos,
Vacía contémplase la campiña del Verano,
Con oscura imagen el bosque aparece.
Que la Naturaleza termine la imagen de los tiempos,
Que se demore, hasta alcanzar
La perfección, y que la cima de los cielos
Para los hombres brille, como árboles de flores estallantes.

Biografía:

Nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen am Neckar (Wurtemberg), hijo del maestro de claustro Heinrich Friedrich Hölderlin y de Johanna Christiane Heyn (hija de un clérigo). Cursó estudios de teología en la Universidad de Tubinga donde conoció a Hegel y se interesó por la filosofía de Rousseau. Jamás ejerció la carrera eclesiástica dedicándose a tutor en familias nobles. En Jena conoció al poeta alemán Friedrich von Schiller que le ayudó a publicar sus primeros versos.

En el año 1796, viaja a Frankfurt para trabajar como preceptor de los hijos del banquero Gontard, enamorándose de la mujer de éste, Susette Gontard, que fue la figura inspiradora de Diotima, "la muchacha griega" de sus poemas y su novela Hyperion (1797-1799). Solicita a Schiller ayuda para encontrar un puesto de profesor en la Universidad de Jena aunque no tuvo suerte y viaja a Burdeos para trabajar con otra rica familia. Abandonó Francia en 1802 y regresó andando hasta Alemania donde se enteró de la muerte de Suzette Gontard.

En ese mismo año sufre el primero de sus ataques de esquizofrenia que no le abandonarían hasta su fallecimiento. Tras pasar por el manicomio de Tubinga, fue confiado a los cuidados de un maestro carpintero local llamado Zimmer en 1807. Su fama se debe a las composiciones líricas de una intensa subjetividad, escribió con una forma poética flexible conocida más tarde como verso libre.

Sus primeras obras, fueron himnos que exaltaban grandes ideales, como Himno a la humanidad (1791) o Himno al amor (1791). Después escribe "A las parcas", "Al dios del sol" "El aeda ciego". Continuó con una poesía entre mística y simbólica, El archipiélago (1800), El Rin (1802) o Recuerdo (1803), obra en la que ya se nota su mente trastornada. Además fue autor de una novela epistolar Hyperion (2 volúmenes 1797-1799), alegoría sobre la nación alemana.

Friedrich Hölderlin falleció el 7 de junio de 1843
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