lunes, 23 de mayo de 2011

Nicolás Castelló

¿Alcohólico y mujeriego?
Es de saber que el nombre de una persona es su augurio. A menudo vemos en la tele ciertas personas que, sin tener cualidad alguna, consiguen ser exitosos. Es como que estaban destinadas a triunfar. Como que no importa si lo hacen bien, mal o pésimo. Simplemente iban a triunfar por el simple sello que les pusieron al nacer.
Pienso en que si de alguna forma pudiéramos saber nuestro futuro… ¿querríamos saberlo? ¿Y si es malo? ¿Y si en mi nombre realmente encuentro un anuncio?
Si me remito al diccionario onomatológico encuentro que Juan significa “hombre que se presta con docilidad a todo cuanto se quiera de él”. Esto no me gusta nada. Pero por algo no uso mi primer nombre, sino el segundo, y creo que ello no es casualidad, porque uno instintivamente escapa a lo que no es, para hacer o ser lo que naturalmente es.
Y ese nombre es Nicolás, del griego Nikolaios, que significa “el que lleva al grupo a la victoria”. Ahora sí la situación cambia. Ahora puedo interpretar que voy a ser alguien importante. Pero… ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? Debo buscar algo más preciso, algo que defina mi esencia.
Busco el origen de los apellidos y encuentro que Castelló es español, al igual que Cisneros; Poch, alemán y Soto, también español, perteneciente a un duque que perdió toda su fortuna por las mujeres.
Con respecto al alemán, sabemos que son fríos, rudos y… de buen beber.
¿O sea que en mi sangre tengo genes de alcohólico y mujeriego? Ja! No sé por que me da risa…¡Alcohólico y mujeriego! ¡Qué futuro!
¡No! Creo que este análisis me lleva a conclusiones erróneas. Creo que con él me fui por las ramas. Intentaré por otro camino… ¡Ya sé! Ya sé donde esta la clave, esa combinación secreta que marca la esencia de cada persona. Nadie tiene exactamente los mismos nombres y los mismos apellidos.
Yo, por ejemplo, me llamo Juan Nicolás Castelló Cisneros Poch Soto. Es imposible que alguien más se llame así. Éste es mi código, irrepetible como el ADN, que establece una sumatoria de letras única en el universo.
Y empiezo a descifrarlo, cambiando de lugar las letras y obtengo un resultado inesperado…
De Juan, como es muy corto, lo único que resulta es “juna”.
Nicolás, de repente se me aparece partido en “ni” más “colas”.
De Castelló, surge “sello” y “cat”, “gato” en inglés.
Cisneros anagrama en “sinceros”.
De Poch, por mas que doy vueltas llego a “chop”, y pienso: “otra vez el alcohol”.
Y Soto…¿“La del Soto del Parral”? ¿Habrá sido mi abuela? ¿Y por qué la habrán llamado así? Quizá por… lo del vino. O sea que la culpa la tiene ella.
Y claro, para los griegos la culpa era hereditaria (y si no pregúntenle a Edipo) y yo termino así pagando los platos rotos… o mejor dicho: las copas rotas. Todo se va aclarando ahora.
Entonces me queda que Juan Nicolás “juna”, mira, observa, vigila y no se pierde nada: “ni colas”, ni “gatos” ni “chop”. Ése, entonces, es mi “sello sincero”.
Pero… ¡Qué barbaridad! ¡No puede ser! Que desilusión, otra vez lo mismo. Resulta que el mensaje oculto indica que sólo soy y seré un alcohólico y mujeriego.
Naaaa… No puedo admitir eso… ¿o si?

No hay comentarios:

Publicar un comentario