viernes, 30 de diciembre de 2011

Luis Artigue




BAGAJE

Me lo preguntaba inicialmente: ¿vendrás del norte donde
no conocen el esplendor del arco iris o de oriente donde adoran
la sutileza musical de la lluvia o del continente satisfecho
de sus límites en el que saben reír sin trabas o de algún otro
lugar en el que veneren el poder cromático de la muerte o directamente
de la espectralidad de la noche?
Luego, cuando anclé por fin mi ánimo, no dejó de impor -
tarme el antes frente a la exigente contundencia del instante…
Mira, más allá de la ambigüedad oblicua o de cualquier
propósito emocional, te escribo deseando ya que todas las impregnaciones
fantásticas se derrumben… Así redescubro que
la poesía, como el sexo, es un prodigio de la comunicación (sí,
mi amor, cree en la poesía como un acto de agradecimiento
del hombre ante algo que le supera).
Rocío del porvenir, porque todo poema que escribo en tu
honor es el primero, me atrevo hoy a decírtelo: te sentirás con
el tiempo como quien consuma toda fiesta, pero no olvides
la pobreza de tu cuna pues ésta no implica pudor o silencio
sino el poder de lo que, solidificado, se transforma en cimiento.
No olvides que la adversidad original no es para ti revestimiento
teórico ni tradición política no contrastada existencialmente,
sino que se trata de tu espejo secreto.
No, no olvides tu excepcionalidad ni confundas nuestro vitalismo
detallista con algún tipo de ingenuidad, pues ambos
llevamos sobre el pecho los dolores de tu abandono y las vicisitudes
arquetípicas de tu viaje hacia la reinvención.
¡Así tu procedencia se alineará así con tu fortaleza!
Mi gran apuesta: cree en el amor como una rareza con empeños
forjada y, desde esa plataforma, ejerce tu derecho a mirar
atrás con cierta empatía global que te concierna…
No te empeñes en albergar hostilidad hacia la realidad
preimpuesta.
Estrujando la pobreza hallarás nuestro amor.

ABUELA
Disculpa el ambiente académico de este poema pero apenas
sé como decirte que el viento de la vida también sopla
abruptamente, y te sojuzga, tacha, y te humilla al situarte de
pronto ante tu propia fragilidad mediante tribulaciones estriadas
y casi inasumibles que te recuerdan que somos nada;
tímidos arroyos que desembocan en el mar o en bacinillas;
murciélagos que vuelan majestuosamente a ciegas hasta que
intentan atravesar el fuego de una hoguera y, con las alas abrasadas,
acaban chocando contra el tronco de un sauce.
No sé si la fatalidad, con lo que ésta tiene de conocimiento
de uno mismo en uno, forma parte de las cosas que
alguien hace en la oscuridad. De todas formas derivo instintivamente
la conmoción a un Din A4 porque, a través de la
ventana, he observado con magmática cólera los declives del
paisaje sin acertar a contarte que a tu de repente reductible
abuela le han diagnosticado un mal neuropsicológico
—¿puedes creerlo?— y debes por tanto darte prisa para conocerla
como ha sido.
La rabia congestiona los pasadizos de mi mente.
¡Qué se joda la poesía que ayuda a absorber los momentos!
Desbordado por las hipótesis —al regresar de una expedición
a ese dolor que duele más que el propio— algo dentro
de mí tan sólo reducible a llanto me impide ahora prolongar
esto que escribo al modo de un tonto experto.
La vida es también el misterio del verdugo borracho.
El miedo se lleva a hombros y el poema entre los dientes
cuando el cuerpo de los seres que amamos —oh mamá—
empieza a transformarse en resplandor del cosmos; en tierra
fértil emborrachada a traición con nuestras mejores lágrimas…
¡Perdona el dramatismo emanado de mi insistencia en
desfondar el silencio!
La abuela es —todos somos— ayer y todavía.


FERMENTACIÓN

Como imagen celebrable que en vez de convertirse en recuerdo
pasa a ser el futuro, tu semblante:
vi tu rostro, haz de infinito, resquicio, sortilegio, sombra
que proporcionaba una inquietud acogedora porque en los
sueños, como en ciertos poemas, el contenido desborda a la
forma.
Soñé con el rostro que no tienes y eras tú. La inexactitud
de las certidumbres. La poesía: mi humana necesidad de avalar
lo incomprensible mediante metáforas para atemperar
miedos. Los mensajes oníricos y su poder sustentador. ¿Avanza
mediante ellos nuestra relación prefigurada o simplemente se
trata de la vida loca de mi otro yo?
Al despertar —ojos como planetas locos, boca seca, pelo
de quien acaba de volver del cielo en moto— el techo de la
habitación parecía un sombrero ingenioso, y el sudor refrescante,
interrogante, me perlaba la frente…
En efecto cuando llegue la hora de ponerte a exprimir tu
tiempo hazlo, vive del todo, sé, pero no olvides nunca el primer
idioma en el que tú y yo nos comunicamos, pues la sabiduría,
esa extensión en el plano vital del conocimiento, brilla
como un calvario al repasar nuestra cinematografía de la
duermevela…
Créeme: soñar es regresar.

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