miércoles, 24 de abril de 2013

Alicia Saliva















Jorge Luis Borges









el canto espera


se sabe poco lejos de las arpas


que cuelgan sus cuerdas


en ramas de árboles extraños





y la lengua de los sauces


de sus lágrimas


verdes y largas como caricias en el río


hoy dejan que el aire escuche


sólo el roce del viento en el agua





manos tejedoras


mezclaban la canción de sus hilos


-va bien ese rojo estridente sobre la piel apagada-


con tonos soleados


de las cuerdas de las arpas





ahora


en una vera donde la noche trae


oscuro silencio de luces





enmudecieron las agujas





no se oye ni un choque de metales


en el vasto número de los mundos


/que el canto esperan





(De Las veredas del agua)

















poniéndose detrás, a los pies de él,


comenzó a llorar…


Lc. 7, 36





¿Ves a esta mujer? 



no sabe de largos mares ni desiertos


hundimientos, atracos, bonanzas


que trajeron perfumes y frascos de alabastro





ella sólo recibe la abundancia





sus cabellos descuidados


negros como el olor amargo de su vida


enmarañada entre mis pies





sus cabellos que no terminan


tanto deseo


apenas mojado


entre lágrimas y perfumes  





ese amor aroma


oferente


¿dónde tuvo crianza, quién pudo nutrirlo?


si lleva siempre la piel vieja y sucia como humareda


ajena el alma y el cuerpo al placer del agua





¿La ves?





cómo no verla


si se entrecierran las ventanas porque huele y grita cuando pasa


sólo el viento se le queda


enredándose un poco con el polvo, el frasco, los cabellos, las sandalias





ella no imagina


no sabe dónde algo le arde








para derramar su deseo fresco


de humedecer la carne y el aire amados





que oliera a nardo y el bálsamo le entrara en el alma 





¿Pero no ves a esta mujer?





no,


no viste nada de lo que ella viera





callada como las costas


trae perfumes, collares, cabellos





habla la lengua del infinito





una gota fragante mezclada en su cuello


atraviesa la mata de pelo con que frota el suelo


se escapa del charco de pies y de lágrimas


y no se evapora





ni siquiera entre estos versos

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