Jorge
Luis Borges
el
canto espera
se
sabe poco lejos de las arpas
que
cuelgan sus cuerdas
en
ramas de árboles extraños
y la
lengua de los sauces
de sus
lágrimas
verdes
y largas como caricias en el río
hoy
dejan que el aire escuche
sólo
el roce del viento en el agua
manos
tejedoras
mezclaban
la canción de sus hilos
-va
bien ese rojo estridente sobre la piel apagada-
con
tonos soleados
de las
cuerdas de las arpas
ahora
en una
vera donde la noche trae
oscuro
silencio de luces
enmudecieron
las agujas
no se
oye ni un choque de metales
en el
vasto número de los mundos
/que el canto esperan
(De Las
veredas del agua)
poniéndose detrás, a los pies de él,
comenzó a llorar…
Lc. 7, 36
¿Ves a esta mujer?
no sabe de largos mares ni desiertos
hundimientos, atracos, bonanzas
que trajeron perfumes y frascos de alabastro
ella sólo recibe la
abundancia
sus cabellos descuidados
negros como el olor amargo de su vida
enmarañada entre mis pies
sus cabellos que no terminan
tanto deseo
apenas mojado
entre lágrimas y perfumes
ese amor aroma
oferente
¿dónde tuvo crianza, quién pudo nutrirlo?
si lleva siempre la piel vieja y sucia como humareda
ajena el alma y el cuerpo al placer del agua
¿La ves?
cómo no verla
si se entrecierran las ventanas porque huele y grita cuando
pasa
sólo el viento se le queda
enredándose un poco con el polvo, el frasco, los cabellos,
las sandalias
ella no imagina
no sabe dónde algo le arde
para derramar su deseo fresco
de humedecer la carne y el aire amados
que oliera a nardo y el bálsamo le entrara en el alma
¿Pero no ves a esta mujer?
no,
no viste nada de lo que ella viera
callada como las costas
trae perfumes, collares, cabellos
habla la lengua del infinito
una gota fragante mezclada en su cuello
atraviesa la mata de pelo con que frota el suelo
se escapa del charco de pies y de lágrimas
y no se evapora
ni siquiera entre estos versos
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